martes, 3 de marzo de 2015

La Caja Boba (Fragmento del texto enviado para colaborar y enriquecer este blog de Daniel Roldán Frías)

ENSAYO BREVE PARA LA MEMORIA. UN EJERCICIO RECOMENDABLE PARA LA MENTE. Cuando mis alumnas me pidieron que las ayude a resolver un práctico para radio sobre la memoria de hace 30 años, me pareció que tal vez mi aporte podría ser contarles algo de lo que recuerdo de esa época. Cierto es que los recuerdos más serios, y dolorosos, son los de quienes ya eran jóvenes o adultos en los años del proceso, y sufrieron directamente en la carne, la psiquis o, al menos, el bolsillo, los accionares de la dictadura, como también sus precuelas y secuelas democráticas de los 70 y los 80. Pero nunca leí o escuché ningún comentario de lo visto, oído, vivido o recordado por alguien que en ese entonces fuese un niño, desde su propia percepción de niño argentino cualquiera. Creo que para que la memoria sea completa, un buen ejercicio para la mente del ciudadano de treinta y pico, es despabilar su propia memoria, además de leer y conocer los relatos de otros contemporáneos involucrados de modo más cercano a los hechos que hoy la memoria colectiva rescata y dilucida, ya desde los sectores oficialistas como de los que no. Por mi parte, quisiera aprovechar el ofrecimiento para agregar un plus, que es recordar mi experiencia desde los discursos mediáticos a los que estuve expuesto, la publicidad y la propaganda del proceso, la educación y la religión, en Santiago entre 1976 y 1978. LOS MEDIOS. La tele era una sola y emitía en blanco y negro. Empezaba a eso de las seis de la tarde y terminaba como a las doce de la noche. De seis a siete, de lunes a viernes daban “Cartelera Infantil”, que era un rejunte de dibujitos de Hanna-Barbera, la Pantera Rosa o Tom y Jerry. Después venía entre las siete y las ocho alguna serie como el “Gran Chaparral”, “Bonanza”, “El Hombre Nuclear”, “Combate” o los “Comandos de Garrison”. De ocho a nueve alguna novela nacional. De nueve a diez “Noticiero 7”, con Pepe Hernández (¡todo un prócer!) y Pupi Vozza . Las noches de entre semana se repartían entre series más adultas como “Los aventuresros” (Starsky y Hutch), “Baretta”, películas de los años 60 en un ciclo que se llamaba Platea 7 y algún teleteatro unitario nacional, entre los cuales figuraban los de Narciso Ibáñez Menta, que aterrorizaban a los adultos y niños insomnes, sin posibilidad de zapping alguno. Los sábados ponían alguna serie tipo “Los comandos del tigre”, “Tarzán” o “Jim West”, o algunos enlatados de “Italia Oggi”, presentados por el entonces vicecónsul Osvaldo Di Marco, para rematar con algún show cultural o eventualmente Boxeo Internacional, pero siempre con algún púgil argentino. Los domingos no mejoraban mucho, salvo por alguna que otra película bélica, y a la noche el ciclo de Tato Bores, “Grandes valores del tango”, con Silvio Soldán, “Reflexiones espirituales”, un micro a cargo del Padre Basseotto y el inexorable programa deportivo local “Teledeportes ‘77” *(según el año, sus dos últimos dígitos) con Henry Reynoso (¡otro prócer!), Carlos Barragán y el inefable Pepe Balderrama. Más o menos era eso, con muy pocas variantes, en títulos y géneros. Algunas particularidades que caracterizaron la tele, fueron: “Tele escuela técnica”, un programa tan horrendo y gris como su nombre, que daban en Buenos Aires por la mañana (en Santiago, por la tarde), con profesores y alumnos engominados, con anteojos de marcos gruesos y guardapolvos grises del Otto Krausse (como los de mi espartano colegio de varones, el San José), con resabios del desarrollismo de los 60. Los domingos por la mañana, auspiciado por “Baby King”, Canal 7 emitía en vivo un programa para niños conducido por (¿Héctor/Luis?) Anglade junto al entrañable “Cóligo”, una suerte de clown bandeño (que malvivía en la calle Soler), donde había juegos, concursos, partidos de fútbol, numeritos folclóricos o de talentos de chicos. Luego fue reemplazado por “Patolandia”, un fiasco aberrante en el que el Pato Carret, un sobreviviente de “Los cinco grandes del buen humor”, que era un quinteto cómico de la radio porteña de los 50, intentaba posicionarse como personaje televisivo para los niños, vestido de marinero grumete (no se si por emular al “Capitán Piluso” de Olmedo o sólo para estar a la moda de Massera). Antes venía “Dios y los niños”, un micro de catecismo con el Padre Lombardero. Afortunadamente, estaba “El Show de Carlitos Balá”, un refrigerio en ese purgatorio catódico de la pantalla chica. A propósito, ¡cómo extrañaba, ya entonces, a glorias como Hijitus y el circo de Gaby, Fofó y Miliki!. Aún hoy, rastreo con nostalgia sus reliquias por internet y los negocios retro. El programa de preguntas y respuestas era “Odol pregunta” y el magazzine periodístico burgués por excelencia “Mónica presenta” con Mónica Cahen D’Anvers”. El periodismo políticamente correcto era “Tiempo Nuevo”, con el siempre lábil y acomodaticio discurso de Bernardo Neustadt y su segundo Mariano Grondona. “Almorzando con Mirtha Legrand” y “Telenoche” ya eran ciclos viejos hace treinta años y una pequeña curiosidad: cuando Canal 7 emitía en directo (casi todo era diferido), o bien esperaba un horario para comenzar otro programa, mandaba unos micros enlatados que se llamaban “Actualidades alemanas”, cuya presentación era un globo terráqueo girando bajo la sombra de la sigla UFA (¡casi como una exclamación de fastidio!), pero que ya se usaba desde los noticiarios del Tercer Reich. Para rescatar: “La semana en el espectáculo”, con Guillermo D’Argoltz y los aniversarios de Canal 7, especialmente un memorable unipersonal con Don Nano Gigli columpiándose en el estudio como director de orquesta (¡con peluca, frac y batuta!) y arrojando huevos a las lentes de las cámaras. También recuerdo un micro de humor unipersonal con un personaje que aparecía con smoking, junto a una barra de whiskería y un loro que le contaba cuentos al oído (¿¡!?).

Recuerdos de los Setenta (Daniel RoldanyFrías) Colaboración y enriquecimiento del blog...

ENSAYO BREVE PARA LA MEMORIA. UN EJERCICIO RECOMENDABLE PARA LA MENTE. Cuando mis alumnas me pidieron que las ayude a resolver un práctico para radio sobre la memoria de hace 30 años, me pareció que tal vez mi aporte podría ser contarles algo de lo que recuerdo de esa época. Cierto es que los recuerdos más serios, y dolorosos, son los de quienes ya eran jóvenes o adultos en los años del proceso, y sufrieron directamente en la carne, la psiquis o, al menos, el bolsillo, los accionares de la dictadura, como también sus precuelas y secuelas democráticas de los 70 y los 80. Pero nunca leí o escuché ningún comentario de lo visto, oído, vivido o recordado por alguien que en ese entonces fuese un niño, desde su propia percepción de niño argentino cualquiera. Creo que para que la memoria sea completa, un buen ejercicio para la mente del ciudadano de treinta y pico, es despabilar su propia memoria, además de leer y conocer los relatos de otros contemporáneos involucrados de modo más cercano a los hechos que hoy la memoria colectiva rescata y dilucida, ya desde los sectores oficialistas como de los que no. Por mi parte, quisiera aprovechar el ofrecimiento para agregar un plus, que es recordar mi experiencia desde los discursos mediáticos a los que estuve expuesto, la publicidad y la propaganda del proceso, la educación y la religión, en Santiago entre 1976 y 1978. LOS MEDIOS. La tele era una sola y emitía en blanco y negro. Empezaba a eso de las seis de la tarde y terminaba como a las doce de la noche. De seis a siete, de lunes a viernes daban “Cartelera Infantil”, que era un rejunte de dibujitos de Hanna-Barbera, la Pantera Rosa o Tom y Jerry. Después venía entre las siete y las ocho alguna serie como el “Gran Chaparral”, “Bonanza”, “El Hombre Nuclear”, “Combate” o los “Comandos de Garrison”. De ocho a nueve alguna novela nacional. De nueve a diez “Noticiero 7”, con Pepe Hernández (¡todo un prócer!) y Pupi Vozza . Las noches de entre semana se repartían entre series más adultas como “Los aventuresros” (Starsky y Hutch), “Baretta”, películas de los años 60 en un ciclo que se llamaba Platea 7 y algún teleteatro unitario nacional, entre los cuales figuraban los de Narciso Ibáñez Menta, que aterrorizaban a los adultos y niños insomnes, sin posibilidad de zapping alguno. Los sábados ponían alguna serie tipo “Los comandos del tigre”, “Tarzán” o “Jim West”, o algunos enlatados de “Italia Oggi”, presentados por el entonces vicecónsul Osvaldo Di Marco, para rematar con algún show cultural o eventualmente Boxeo Internacional, pero siempre con algún púgil argentino. Los domingos no mejoraban mucho, salvo por alguna que otra película bélica, y a la noche el ciclo de Tato Bores, “Grandes valores del tango”, con Silvio Soldán, “Reflexiones espirituales”, un micro a cargo del Padre Basseotto y el inexorable programa deportivo local “Teledeportes ‘77” *(según el año, sus dos últimos dígitos) con Henry Reynoso (¡otro prócer!), Carlos Barragán y el inefable Pepe Balderrama. Más o menos era eso, con muy pocas variantes, en títulos y géneros. Algunas particularidades que caracterizaron la tele, fueron: “Tele escuela técnica”, un programa tan horrendo y gris como su nombre, que daban en Buenos Aires por la mañana (en Santiago, por la tarde), con profesores y alumnos engominados, con anteojos de marcos gruesos y guardapolvos grises del Otto Krausse (como los de mi espartano colegio de varones, el San José), con resabios del desarrollismo de los 60. Los domingos por la mañana, auspiciado por “Baby King”, Canal 7 emitía en vivo un programa para niños conducido por (¿Héctor/Luis?) Anglade junto al entrañable “Cóligo”, una suerte de clown bandeño (que malvivía en la calle Soler), donde había juegos, concursos, partidos de fútbol, numeritos folclóricos o de talentos de chicos. Luego fue reemplazado por “Patolandia”, un fiasco aberrante en el que el Pato Carret, un sobreviviente de “Los cinco grandes del buen humor”, que era un quinteto cómico de la radio porteña de los 50, intentaba posicionarse como personaje televisivo para los niños, vestido de marinero grumete (no se si por emular al “Capitán Piluso” de Olmedo o sólo para estar a la moda de Massera). Antes venía “Dios y los niños”, un micro de catecismo con el Padre Lombardero. Afortunadamente, estaba “El Show de Carlitos Balá”, un refrigerio en ese purgatorio catódico de la pantalla chica. A propósito, ¡cómo extrañaba, ya entonces, a glorias como Hijitus y el circo de Gaby, Fofó y Miliki!. Aún hoy, rastreo con nostalgia sus reliquias por internet y los negocios retro. El programa de preguntas y respuestas era “Odol pregunta” y el magazzine periodístico burgués por excelencia “Mónica presenta” con Mónica Cahen D’Anvers”. El periodismo políticamente correcto era “Tiempo Nuevo”, con el siempre lábil y acomodaticio discurso de Bernardo Neustadt y su segundo Mariano Grondona. “Almorzando con Mirtha Legrand” y “Telenoche” ya eran ciclos viejos hace treinta años y una pequeña curiosidad: cuando Canal 7 emitía en directo (casi todo era diferido), o bien esperaba un horario para comenzar otro programa, mandaba unos micros enlatados que se llamaban “Actualidades alemanas”, cuya presentación era un globo terráqueo girando bajo la sombra de la sigla UFA (¡casi como una exclamación de fastidio!), pero que ya se usaba desde los noticiarios del Tercer Reich. Para rescatar: “La semana en el espectáculo”, con Guillermo D’Argoltz y los aniversarios de Canal 7, especialmente un memorable unipersonal con Don Nano Gigli columpiándose en el estudio como director de orquesta (¡con peluca, frac y batuta!) y arrojando huevos a las lentes de las cámaras. También recuerdo un micro de humor unipersonal con un personaje que aparecía con smoking, junto a una barra de whiskería y un loro que le contaba cuentos al oído (¿¡!?).